Biografía del Obispo Enrique Angelelli



Nacido en Córdoba el 17 de julio de 1923 y ordenado sacerdote en Roma el 9 de octubre de 1949, Angelelli pasó algunos años de la primera presidencia de Perón en Roma. Allí conoció al fundador de la Juventud Obrera Católica (JOC) José Cardijn. De regreso, comenzó su labor pastoral en los barrios pobres de Córdoba.

En 1952 fue designado como primer asesor de la JOC cordobesa y a cargo de la capilla Cristo Obrero. Junto a la cual funcionaba un Hogar Sacerdotal, pronto se convirtió en lugar de reunión también para jóvenes obreros y estudiantes. Fue uno de los organizadores del Movimiento Católico de Juventudes destinado a competir con la UES peronista, con la consigna la conciencia vale más que una motoneta.

En noviembre de 1954, Perón ordenó arrestar a un sacerdote amigo de Angelelli, Eladio Bordagaray, por haber dicho que había que elegir entre Cristo o Perón. Como Jaime De Nevares, Miguel Ramondetti o Rodolfo Walsh, Angelelli militaba en el más cerrado antiperonismo. Pero, después del derrocamiento de Perón en el 55’ por un golpe militar cuyos tanques y aviones llevaban pintada la V y la Cruz que significaban Cristo Vence, todos ellos descubrieron a la clase obrera y entendieron el rol que adquirió con el peronismo. Angelelli integraba el Equipo Nacional de Asesores de la JOC, en el que se planteó un debate que tendría eco años después.

Para algunos, el peronismo obraría como un freno al comunismo, por lo cual debía merecer la atención de la Iglesia. Otros, como Julio Meinvielle, sostenían que, por el contrario, al favorecer la lucha de clases, abría las puertas al comunismo. Debemos confesar humildemente que hemos estado alejados de la clase obrera y nos hemos presentado ante ella como una Iglesia burguesa, confesó Angelelli en 1958.

En diciembre de 1960 fue designado por Juan XXIII arzobispo auxiliar de Córdoba y nombrado vicario general de la Arquidiócesis. El día de su consagración, la Catedral se pobló de obreros y gente humilde. Uno de los primeros problemas que tuvo que sortear como arzobispo fue el pedido de unos empresarios que le solicitaron sanciones para los sacerdotes que apoyaban a un grupo de trabajadores en conflicto. Si estas injusticias continúan, algún día estaremos en el mismo paredón los patrones y los curas. Ustedes por no haber sabido practicar la justicia social. Nosotros por no haber sabido defenderla, les dijo.

En torno de la Parroquia Cristo Obrero y del Hogar Sacerdotal en el que vivía Angelelli, conectados por un patio interno, se nuclearon los grupos de cristianos revolucionarios que luego de una larga huelga de hambre de 1966 consideraron que se cerraban los caminos de las reivindicaciones estudiantiles y se entregaron a una militancia de base en sectores obreros que derivaron en la formación de distintos grupos, como el Peronismo de Base, el Comando Camilo Torres, el Peronismo Revolucionario y Montoneros.

En 1968 Angelelli fue designado obispo de La Rioja pero siguió atento a lo que sucedía en Córdoba. Al Cordobazo lo llamó grito de rebeldía lanzando por la juventud y la clase obrera y le dio una interpretación profética. A la luz que se ha encendido con las fogatas de la destrucción había que asumir un compromiso para que nadie muriera de hambre ni fuera excluido. En su primera homilía riojana anunció que venía a servir a los pobres, hambrientos y sedientos de justicia. Elaborado un documento junto con medio centenar de curas y monjas y un centenar y medio de laicos en la Semana Diocesana, denunciando una situación de injusticia y violencia que constituye un pecado institucionalizado y proclamó que la tierra debe ser para quien la trabaje. Promovió la creación de sindicatos de mineros, peones rurales y empleadas domésticas, cooperativas de producción y consumo de tejidos, ladrillos, relojes, pan y para poner a producir los latifundios ociosos de la zona conocida como la Costa.

En 1970, sus amigos y compañeros de discusión política en el Hogar sacerdotal de Córdoba Ignacio Vélez y Emilo Maza participaron en el ataque a una unidad militar en La Calera. El gobierno militar también involucró al sacerdote Erio Vaudagna, uno de los ex colaboradores de Angelelli quien, desde La Rioja, los comparó con los Apóstoles: También les dijeron que eran subversivos. Al jugarse y tomar en serio las cosas, eran lúcidos y sinceros y renunciaban a lo propio para caminar con los otros, dijo. Angelelli dejó de celebrar la misa de Nochebuena en la Catedral de la Capital e instaló el altar en un rancho humilde de un barrio marginal, que comparó con la gruta de Belén.

En 1973, en Los Molinos, el pueblo anterior a Anillaco, una multitud enardecida reclamó la destitución del obispo por marxista y comunista. Pablo VI lo instó a seguir haciendo concreto el Concilio en su diócesis. Además le entregó una carta de complacencia por su sacrificada actividad en favor de los más necesitados y de condena por las violencias y difamaciones que padeció. El Papa le anunciaba que los responsables de los ataques recibirían el debido requerimiento por sus actos.

El 12 de febrero de 1976, el Ejército arrestó en Mendoza al vicario general de la diócesis de La Rioja, Esteban Inestal, y a dos jóvenes del Movimiento Rural diocesano. Uno de los oficiales les dijo que Juan XXIII y Pablo VI habían destruido la Iglesia de Pío XII, que los documentos de Medellín eran comunistas y que la Iglesia riojana estaba separada de la Iglesia argentina. Angelelli ofreció una vez más su renuncia a la Conferencia Episcopal.

En su misa radial del 1º de marzo, Angelelli describió la fractura profunda que enfrentaba a unos sectores de la Iglesia con otros. Cada uno influía a su vez sobre sectores decisivos de la militancia política y de las Fuerzas Armadas: Se busca dividir y separar a obispos y sacerdotes de sus comunidades, obstaculizar la misión divina de la Iglesia junto a su pueblo en la catequesis y en la evangelización, controlarla para que el Evangelio no llegue a su pueblo, se busca suprimir toda militancia cristiana y apostólica en su laicado, dijo. Dos semanas después, Angelelli suspendió los oficios religiosos en la capilla de la base. Todos los plazos estaban vencidos.

Angelelli fue asesinado cuando viajaba a Buenos Aires con una denuncia sobre el secuestro y asesinato de sus sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos Murias. El diario vaticano L’Osservatore Romano presentó el caso como un extraño accidente. Pero el cardenal Juan Carlos Aramburu negó que se tratara de un crimen y no hubo protesta vaticana. La biografía oficial del ex nuncio Pio Laghi es hipercrítica con Angelelli, a quien vincula con los extremismos que proponía la Teología de la Liberación. Para ello Laghi y sus colaboradores en el libro, los obispos Laguna y Casaretto, fuerzan los hechos y sostienen que Pablo VI dio orden de que no se tomaran fotos para no inmortalizar la última visita del incómodo obispo riojano al Papa, debido a sus heterodoxias doctrinales. No es así. Pablo VI se fotografió en el gesto afectuoso de tomar la mano de Angelelli el 7 de octubre de 1974 en el Vaticano. Esa imagen ilustra la biografía del obispo asesinado escrita por el dominico Luis O. Liberti. Los obispos Jaime de Nevares, Jorge Novak y Miguel Hesayne, junto con Adolfo Pérez Esquivel y Emilio Mignone, quienes aun durante la dictadura presentaron la denuncia por el asesinato de Angelelli, que la justicia riojana dio por probado el 19 de junio de 1986. El juez Aldo Morales sentenció que se había tratado de un homicidio fríamente premeditado. El Episcopado siguió sin asumir lo sucedido.

En una declaración emitida en 2001 aún sostuvo que Angelelli encontró la muerte y que la muerte lo encontró y se abstuvo de mencionarlo como mártir. Hesayne replicó: Tenemos más pruebas de su martirio que del de muchos mártires de los primeros siglos del cristianismo. Esta es la historia de la vida y la muerte de Angelelli que ni Bergoglio ni Casaretto contarán.

fuente: Prof. Sergio V. Reggi