CARTA DEL VIEJO ZORRO A SUS CACHORROS

POESIA DE JUAN CARLOS ALECSOVICH.


(El Zorro sabe por zorro, pero no aprende a ser viejo, hasta que sus hijos lo convencen de que lo es.)

Cachorros, mis cachorros es agosto, hace frío... Solo, aquí, entre mis cosas, cada vez más ingenuas, molestas y triviales, en la desordenada sucesión de arrabales transitados sin gloria, yo ya vivo la historia, la repetida historia que escriben los mortales.

Avanzo, como puedo, como aprendí o me sale : pobre de muchas cosas y de otras cosas rico...

Aferrándome a ellas y sufriendo mis males... Los que yo me fabrico y lo que me caen de arriba, con la absurda esperanza de salvar a un escriba que no alcanza a adaptarse a los cambios actuales.

Amontono en papeles silencios ancestrales que prolonguen mi vida convertidos en textos, pretextando que, aparte de saberlos pretextos, me sirvan de pretexto para seguir viviendo porque aunque no me salven, los conservo, sabiendo que no podrán salvarse de ir a parar al cesto.

Cachorros, mis cachorros, me estoy jugando el resto, subiendo, como puedo, esta cuesta empinada, con una carga de años que llevo acumulada tras cruzar esta selva, cada vez más espesa, tratando que el vacío que tengo en la cabeza me impida darme cuenta de que no entiendo nada.

Cachorros, cuántas veces mis ideas gastadas, tendrán que protegerse de sonar agresivas porque a esta edad se vive, viviendo, en carne viva, lo que a la edad de ustedes todavía nos resbala... Porque hay una prudencia que el miedo nos instala quitándonos la audacia de andar la deriva.

A llegar a la cumbre, si mirás para arriba, encontrás un vacío, tan tuyo, tan intenso que te deja tan sólo tan confundido y tenso que mirás hacia abajo para encontrar la calma y abajo están ustedes que se rompen el alma por llegar a esta cumbre donde sufro si pienso....

Acá arriba uno empieza a volver al comienzo porque al haber logrado la Libertad que logra, se encuentra con que el premio que le dan por su obra es dejarlo tan libre que, al fin, se queda solo.

Está igual que aquel hombre que, al conquistar el Polo, siente que ganó un premio virtual que nadie cobra.

Empieza uno a sentirse que está como de sobra; como que le han cambiado los roles asumidos y, aunque se halle rodeado por los seres queridos, descubre que, en los hechos, sólo hay una verdad : cada cual se fabrica su propia libertad y se pone a retranca si se siente invadido.

Cachorros, mis cachorros, cachorritos queridos, tenemos que bancarnos la mutua convivencia, tratar de contenernos y aceptar con paciencia, los diferentes tiempos que tienen las edades, los diferentes modos de entender las verdades y, en lugar de igualdades, buscar las coincidencias.

Cachorros, mis cachorros, comprendan mi impotencia, si yo hablo los limito y ustedes se defienden, si trato de explicarme siento que no me entienden : si me callo la boca después no me perdono, porque son diferentes libertad y abandono y es difícil callarse las cosas que se sienten.

Hay silencios culpables, hay silencios que mienten, hay silencios corteses que son hipocresía... No obliguen a los viejos a actuar con "cortesía" - que, en la jerga de ustedes sería "caretear"... Yo nunca usé careta, jamás me la pondría, prefiero que se enojen a dejarlos de amar.

EL ZORRO VIEJO (Juan, todo y apenas Juan.)

Juan Carlos Alecsovich
alecsovich@debahia.com