Martín Güemes nació en Salta el 8
de febrero de 1.785, pertenecía a una familia noble y adinerada. Cursó sus
estudios primarios en su ciudad natal, alternando la enseñanza formal con el
aprendizaje de las labores campesinas en las Fincas familiares. A los 14 años se
incorporó como cadete de una Compañía del Regimiento Fijo de Infantería de
Buenos Aires, iniciando una brillante carrera militar.
En 1805 fue trasladado a Buenos Aires donde comenzó a defender la integridad territorial actuando heroicamente durante las Invasiones Inglesas.
Durante 1.810, al servicio de la causa revolucionaria, se desempeño eficazmente al mando de un Escuadrón Gaucho en la Quebrada de Humahuaca impidiendo la comunicación entre los opositores al nuevo régimen y los realistas del Alto Perú. En Suipacha, único triunfo de las armas patriotas en el intento de recuperar el valioso territorio altoperuano, la participación del Capitán Martín M. de Güemes fue decisiva.
Luego del desastre de Huaqui, escoltó a Juan Martín de Pueyrredón a través de la selva oranense y salvar los caudales de la Ceca de Potosí, que estaba en poder de los realistas.
En 1.814 el Gral. José de San Martín le encomendó el mando de la Avanzada del Río Pasaje (hoy llamado Juramento porque en sus márgenes Belgrano hizo jurar obediencia a la Asamblea del Año XIII y donde se considera que nació como símbolo patrio de los argentinos la Bandera celeste-blanca-celeste) iniciando la Guerra Gaucha. Al año siguiente derroto completamente al poderoso ejército invasor al mando de Joaquín de la Pezuela en Puesto del Marqués, por lo cual el pueblo lo aclamó Gobernador de la Intendencia (integrada entonces por las ciudades de Salta, Jujuy, Tarija, Orán y distritos de campaña).
En Junio de 1.816 el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón le encomendó "la defensa de las Provincias Unidas y la seguridad del Ejército Auxiliar del Alto Perú" que se encontraba en Tucumán reorganizándose después de ser derrotado en Sipe Sipe. Entonces las milicias gauchas al mando del heroico salteño pasaron a desempeñarse como ejército en operaciones continuas, al servicio de la Patria. Por ello considerar a Martín Güemes prócer provincial ó defensor de la frontera Norte es una muestra del desconocimiento de nuestra Historia.
Güemes detuvo poderosas invasiones al mando de destacados jefes. Baste citar la del experimentado mariscal José de la Serna, quién al mando de 5.500 veteranos de guerra partió de Lima asegurando que con ellos recuperaría Bs.As.. O la del Gral. Pedro de Olañeta, enemigo acérrimo del salteño (ambas invasiones se produjeron en 1.817). O la del Gral. Juan Ramírez Orozco quién en Junio de 1.820 avanzó con 6.500 hombres. Ninguno de ellos logró concretar el objetivo que los impulsaba: llegar a Buenos Aires y recuperar el dominio del ex Virreynato del Río de la Plata.
Por tan meritorio accionar, San martín lo designó General en Jefe del Ejército de Observación y le encomendó la misión de auxiliarlo en la liberación del Perú. Las Provincias reconocieron la designación pero escaso apoyo le brindaron. Güemes se vio obligado a imponer contribuciones que originaron oposición y gran descontento entre los pudientes, empobreciendo la economía de la Intendencia bajo su gobierno.
Esa oposición interna, aliada con la externa, fue la semilla en la que se gestó la tradición que floreció con su muerte.
Rodeado de enemigos lo encontró el año 1.821. Uno de los más poderosos y temibles fue el gobernador de Tucumán quien se negó a entregarle el armamento que había pertenecido al Ejército Auxiliar y evitó que su par santiagueño lo auxiliara. En mayo, acusándolo de tirano, el Cabildo de Salta lo depuso, en alianza con el Gral. Olañeta. Güemes recuperó el poder días después pero una partida realista guiada por enemigos internos del prócer lo hirió la noche del 7 de Junio. Murió diez días después, a la intemperie, en un catre, en Cañada de la Horqueta, a los 36 años. Entonces se convirtió en el único general argentino caído en acción de guerra externa.
Sus restos descansan en el Panteón de las Glorias del Norte de la República, ubicado en la Catedral Basílica de Salta. Pero sus ideales de libertad, su desprecio al materialismo, su amor a la Patria y su temple inclaudicable son el motor que impulsa a quienes lo llevan en su corazón y que cada vez que pronuncian su nombre le rinden emocionado homenaje al recordarlo. Porque Güemes sigue cabalgando y guiando a sus compatriotas.
Fuente: Profesora María Cristina Fernández
La Revolución Tucumana
del 11 de Noviembre de 1819 contra el gobernador Feliciano de la Mota Botello,
motivo que ascendiera el gobierno de Tucumán don Abraham González. Pero el 19 de
mayo de 1820 era elegido gobernador Dn. Bernabé Aráoz, quien el 6 de Septiembre
del mismo año fue proclamado Presidente Supremo de la República de
Tucumán.
Ya se ha visto que desde su destitución como gobernador de Tucumán, en l817, por el Director Pueyrredón, a pedido de Belgrano, Aráoz debe de haber sentido animadversión por Güemes. Sin embargo, el gobernador de Salta llego a decirle en una carta del 19 de agosto de 1820, lo siguiente: "En una palabra me debe a mi la vida y otras cosas mas que las ignora..." A partir del momento que Aráoz gobernó nuevamente Tucumán, esa enemistad tuvo un rol decisivo. En la precitada nota, Güemes agrego: Usted sostiene aún a los godos contra mi autoridad y a mis enemigos les permite tiren y vayan contra mi públicamente. Mis insinuaciones oficiales las mira usted con desprecio y en fin todo, usted se vuelve una pura tramoya para desconceptuarme: en la guerra negándome los auxilios, retardándome las comunicaciones, buscando pretextos privados para demorar la organización de mi ejercito, acogiéndose a las determinaciones de su congreso, atender el grave mal que va a sufrir la Nación con la falta a la combinación con el Gral. San Martín".
Esa postura de Aráoz fue acentuándose día tras día. Y cuando el gobernador Felipe Ibarra solicito a Güemes ayuda en contra de Aráoz, quien atacaba Santiago del Estero e impedía el envió de la ayuda para el Ejercito de Observación, el Gobernador de Salta ordenó que sus fuerzas regresaran de Humahuaca y marchara sobre Tucumán. Contó para obrar así con el consentimiento de la Asamblea Electoral y del Cabildo de Salta.
Enterado el Gral. Olañeta de lo que ocurría entre Güemes y Aráoz, decidió invadir nuevamente la provincia. El gobernador sustituto, don José Ignacio Gorriti, resolvió partir al encuentro de las avanzadas enemigas, que habían ocupado la ciudad de Jujuy. El 29 de abril Gorriti vencía y tomaba prisioneros a todos los integrantes de la vanguardia realista, incluso su jefe el coronel Guillermo Marquiegue. Frente a este contraste el Gral. Olañeta retrocedió hasta su Cuartel General en Tupiza.
Por su parte Güemes, se dirigió nuevamente a tomar el mando de su fuerza, que se encontraba en Rosario de la Frontera, hasta donde había retrocedido después de la derrota que sufriera Heredia en Tucumán. Encontrándose en este punto, el coronel Jorge Enrique Vidt, jefe de su vanguardia, venció a las tropas tucumanas, y se establecía en la Cañada de los Nogales, a 10 Km. de Tucumán.-
Se aprestaba Güemes a avanzar con el grueso de su fuerza, cuando se le informó que había tenido en la capital salteña la Revolución del Comercio. El 24 de Mayo de 1821 los revolucionarios en su mayoría comerciantes y cabildantes habían aprovechado la ausencia de Güemes para apoderarse del gobierno y deponerlo. Designaron Gobernador al coronel Saturnino Saravia.
Güemes marchó de inmediato, con algunos de sus hombres hacia Salta, adonde arribo el 31 de Mayo de 1821. Se impuso sin luchar, por cuanto las milicias que apoyaron a los revolucionarios, en cuanto vieron al prócer, pasaron a ingresar sus huestes. Los rebeldes cerraron sus comercios y huyeron a Tucumán, excepto don Mariano Benítez, quien se dirigió hacia el Potrero de Linares de propiedad de su suegro; este le dio un baqueano, quien lo guió hacia el campamento realista.
En estas circunstancias Güemes fue informado que de otra vez Olañeta invadía la provincia. Recurrió entonces a las divisiones que estaban en Rosario de la Frontera y que iban a avanzar sobre Tucumán y se dedicó a preparar la defensa de la provincia. El Gral. Antonio Olañeta sin disputa el más calificado adversario realista de Güemes, había decidido avanzar por la Quebrada de Humahuaca y luego retroceder para dar la impresión de que se retiraba. Simultaneamente dispuso que el teniente José María Valdéz El Barbarucho, con 400 hombres, avanzara por la desértica ruta del Despoblado.
El general español Olañeta dispone que su lugarteniente, el Barbarucho, que
acampaba en Yavi con 400 hombres, marche hacia el sur en maniobra oculta y
sigilosa, con el propósito de alcanzar en el menor tiempo posible la ciudad de
Salta, sorprender a los patriotas y cumplir con el 0bjetivo principal: asesinar
a Martín Güemes, verdadera pesadilla goda.
Entre las medidas que adopta para encubrir esta operación, Olañeta levanta su propio campamento de Mojos sin dejar ninguna tropa, fingiendo retirarse en forma ostensible hacia Oruro, pero con la idea de retornar velozmente, en cuanto esta marcha hubiese engañado a los patriotas, para apoyar la "operación comando" del coronel Valdez, el Barbarucho.
Todo se ejecuta según lo previsto y en su marcha hacia el sur, Valdez, en lugar de avanzar por la Quebrada, lo hace sin ser advertido por "el Despoblado" (actual ruta nacional N° 40, que parte de la localidad de Abra Pampa, sigue por San Antonio de los Cobres para alcanzar el valle de Lerma al oeste de Salta), que como su nombre lo indica es desolado y deshabitado, también áspero y lleno de dificultades por la falta de agua y víveres.
El Barbarucho era un español que, como Olañeta, de comerciante que había sido en el tráfico de mulas y mercaderías con el Perú, había pasado a ser un bravo oficial en el Ejército del Rey, para sostener la autoridad española contra la Revolución.
Según era fama, se había hecho experto en contrabando, practicándolo ventajosamente por los senderos extraviados de las serranías que corren por el poniente de las ciudades de Salta y Jujuy. Este ejercicio lo había convertido en un baqueano experto, ladino y audaz, condiciones venidas a pelo para llevar a buen puerto la riesgosa y, desde todo punto de vista, trascendental "operación comando" que se le había confiado.
Tan brusco era, tan fogoso y tan bárbaro, que muchas veces, después de cometidas sus torpezas, se arrepentía de ellas; y se lo oía exclamar entonces, con la misma dura franqueza que correspondía a sus ímpetus mal educados: '¡Qué barbarucho soy!', quedándole así para siempre como apodo esta calificación apropiadísima, que él mismo se la daba.
Valdéz, ayudado por indios baqueanos y algunos salteños enemistados con el jefe gaucho, cruza la altoplanicie de el Despoblado y se embosca, el 7 de junio de 1821, en la serranía de los Yacones (20 km al NO aproximadamente de Salta) con unos 400 hombres de infantería. Luego, al oscurecer, desciende sin ser advertido al valle pare alcanzar a la medianoche el campo de la Cruz, sin tropezar con guardias ya que ese flanco es considerado inaccesible.
Allí divide sus fuerzas en partidas a cargo de buenos conocedores de la ciudad y ordena que las mismas se dirijan a rodear la manzana de la casa de Güemes, lo que se realiza sin mayores tropiezos.
Uno de los colaboradores del jefe patriota, que ha estado reunido en su casa y atraviesa la plaza, se topa con una de has patrullas del Barbarucho, y es muerto de un disparo. Güemes escucha la detonación y sale solo a la oscuridad cerrada de la noche, convencido de que se trata de algún disturbio aislado, provocado por la anarquía del campo patriota, sin imaginar que los realistas se habían desplegado ya por toda la ciudad.
Al darse cuenta de lo que realmente sucedía, se lamenta de haberse aventurado sin escolta y pretende huir a la carrera por una Calle lateral, pero cae en una encerrona y es herido.
Batiéndose con su proverbial bravura logra subir a un caballo y se dirige al río Arias, donde es transportado en camilla hasta la hacienda de la Cruz, para desde allí continuar su fuga hasta El Chamical, donde fallece, pese a los cuidados de su médico, el 17 de junio de 1821.
Valdez, el Barbarucho, el 8 de junio, con su habitual audacia y temeridad, luego del exitoso atentado contra Güemes, había resuelto ocuparla ciudad ante el desconcierto y la sorpresa de los desprevenidos patriotas. Son apresados los principales jefes, unos 35 oficiales, así como armas y pertrechos. Algunos serán pasados por las armas y otros canjeados más tarde por prisioneros españoles capturados por Gorriti, en Yala.
Extraido del Libro: El Grito Sagrado
Del Historiador Mario `Pacho´ O' Donnel