Revista Radiolandia , 2 de Septiembre de 1944.
Estamos en la puerta de un lujoso
departamento en el lujoso Barrio Norte. Junto con el timbrazo se
acallan las notas de un piano en el que se iban desgranando los
acordes de un vals -muy siglo XVIII, muy antiguo y muy romántico-.
Segundos después nos recibe cordial y sonriente, Eva Duarte, hacia
quien vamos en plan de reportaje.
-
¿Interrumpimos su ejecución?
- Eso puede
ser exageración. Tocaba el piano, simplemente.
- Un vals romántico, según nos pareció
escuchar.
- Sí; siempre recurro a ellos
para cubrir mis silencios.
Entramos.
Hacemos vagar nuestra mirada por los numerosos estantes donde
descansan también innumerables libros. Muchos cuadros adornan las
paredes. Ardientes flores perfuman el ambiente y el rincón
apenumbrado, buscando sin duda desdibujarse bajo las alas de un
cóndor que lo adorna en actitud de levantarse majestuosamente, está
el piano donde la dueña de casa, según su propia confesión, cubre
sus silencios, que deben ser muy escasos, desde luego, por cuanto
sus actividades artísticas en radio y cine le deben consumir la
mayoría de sus horas.
Queremos volver sobre la ruta
andada y, sobre todo, por aquellos primeros pasos en el difícil
camino del arte; por aquella primera presentación que, sin duda
alguna, debió producir en su alma tiernita de niña precoz una
emoción tan intensa que jamás podrá alejar de sus recuerdos toda vez
que, en medio de un silencio, en una pausa, le vuelva a golpear en
lo más sensible de su femineidad: el corazón.
- Siempre recuerdo con profunda emoción mi
primera actuación en radio. Yo era muy niña y comencé a recitar ante
el micrófono de Radio Nacional. Todavía no me explico bien cómo
puede vencer la nerviosidad del debut. Quizá por la misma ingenuidad
o porque alentada por buenos amigos, me sobrepuse a todo y ni
siquiera se notó el más mínimo furcio.
-
Quiere decir que apareció en este difícil mundo de la radiotelefonía
nada menos que como -niña prodigio-.
-
Efectivamente.
- Y contrariando la regla
general este hecho no malogró sus esperanzas.
- Afortunadamente fue así, aunque aquel
recuerdo siempre lo mantuve latente a través de la trayectoria de mi
carrera. No podía ser de otra manera: habla con elocuentes
sonoridades en lo más grato de mi emoción y de mi
sentimentalismo.
Y aquella niña prodigio
siguió creciendo también en la fama. Sus afanes artísticos se vieron
colmados de inmediato y alcanzó el primer escalón en la difícil
cuesta.
- En el viejo teatro Comedia de
la calle Pellegrini desempeñé mi primer papel central. Fue en la
pieza titulada La señora de los Pérez. Pero no seguí en el teatro.
Había algo que obligaba más mis afanes: el radioteatro ya que
estaba, y aún estoy convencida en forma absoluta, que es un conducto
directo para llevar nuestra emoción a toda clase de auditorios y,
sobre todo, salvando las distancias más imposibles. Por ello, en
1938 debuté al frente de mi compañía de radioteatro, y desde
entonces ininterrumpidamente he continuado en esa labor. ¿Con mi
satisfacción? ¡Desde luego! ¿Con la de los radioescuchas?
Posiblemente también, ya que sus manifestaciones epistolares o
telefónicas así autorizan a creerlo. Afinqué mis esperanzas en el
radioteatro. Creo haberlas colmado bien. Si ha sido así, habré
cumplido un destino, y ello significa una vida aprovechada. En caso
contrario valga el hecho fundamental de que mis afanes más sinceros
fueron alcanzar esa finalidad. Esto también es suficiente para
justificar el deseo de cumplir dignamente una etapa de la
vida.
Evidentemente es así. El haber
alcanzado un destino justifica una vida. Si a eso no se llegó, pero
los afanes llevaban esa orientación, el aporte dado siempre debe
merecer alta consideración.
Por eso
desviamos la conversación hacia el cine, que, junto con el
radioteatro, constituyen la base fundamental de la carrera artística
de Eva Duarte.
- Antes que nada- nos
dice- debo aclarar que no deseo hacer teatro, como se ha dado en
decir. No lo deseo porque esta expresión artística acapara demasiado
nuestras vidas. Todas las proposiciones que en este sentido se me
han hecho las he rechazado de plano. Aclarado este punto contestaré
la pregunta relacionada con el cine , dentro del que estoy
realizando en estos momentos una película de verdadera enjundia: La
cabalgata del circo, en la que me toca en suerte actuar, bajo la
experta dirección de Mario Soffici, en los estudios de San Miguel.
También en esto he puesto en juego mis grandes esperanzas y mis más
sinceros entusiasmos. Esperemos entonces su terminación para que
crítica y público den la palabra definitiva.
- ¿Y después de esta película?
- Indudablemente vendrán otras, pero el tiempo
que media entre este momento en que hablamos y la posible iniciación
de las otras es un poco largo, por lo que prefiero no hacer ahora el
menor comentario. Esperemos su hora, y cuando ella llegué hablaremos
largo y tendido.
- ¿Es que teme, acaso,
barajar el futuro?
- No, en forma
absoluta no le temo al futuro. Muy por el contrario, espero de él
tanto, que sus proyecciones han obligado a que hasta mi misma
carrera artística pase casi a segundo plano.
- Preparándome para ese futuro, quiero
primordialmente vivir la hora actual con sus alegrías y sus
tristezas, ya que por la misma razón de que aquellas abundan, éstas
se aparecen de vez en cuando. Afortunadamente esas esporádicas
apariciones no alcanzan ni con mucho a empañar la brillantez de las
primeras. Y vivir la vida es seguir actuando en radioteatro
cumpliendo este contrato que alcanza hasta el 31 de diciembre de
1945 y, sobre todo, estas otras audiciones en Radio del Estado -
Hacia un futuro mejor-, que por ser de exaltación nacional y de
finalidad altamente patriótica cumplimos en forma absolutamente
desinteresada todos sus integrantes. Quiero vivir la hora - repite
sonriente como si acariciara gratos recuerdos- y vivir también el
halago de la culminación de mi carrera artística.
Indudablemente habíamos alcanzado el término de
la entrevista. Nos habíamos impuesto de la carrera artística que Eva
Duarte comenzara como -niña precoz- y la culminara en el estrellato
radial y cinematográfico. Habíamos alcanzado también su emoción de
mujer, que frente a la realidad de su hora quiere vivirla
intensamente pero preparándose hacia su idealidad y su futuro; un
futuro que según su propia expresión ha relegado a segundo término
el halago del éxito artístico.
- ¿Y por último?-
preguntamos.
Por último, nada más que lo
que hemos conversado ya: mis afanes artísticos cumplidos y mis
esperanzas reflejando gratamente en el fondo de mí corazón.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar