Del 8 al 17 de Octubre
8 de octubre - Unos cuarenta jefes militares se reúnen con el Coronel Perón en su despacho y son intimados a una definición: si están disconformes, se retirará pero, si le ratifican su confianza, el que deberá irse será Ávalos. La decisión es favorable al Coronel Perón ya que no consideran que el nombramiento de Nicolini sea una afrenta contra el Ejército. De regreso a Campo de Mayo, Ávalos explica su fracaso y cunde el descontento; la contrapropuesta es marchar sobre Buenos Aires para lo que cuentan con el apoyo de los alumnos de la Escuela de Guerra. Ávalos propone una reunión para el día siguiente.
9 de octubre - Al amanecer, Ávalos recibe la intimación de la Escuela Superior de Guerra: debe exigir a Farrell la separación de Perón de sus cargos de Vicepresidente, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión. El secretario Franklin Lucero, al tener noticias de que Campo de Mayo está movilizado, envía al General Von der Becke a hablar con los rebeldes. A pesar de todas las gestiones, el Coronel debe presentar su renuncia a la que agrega la solicitud de retiro "para que vean que no me ha temblado la mano".
10 de octubre - Se nombra Ministro de Guerra al Gral. Eduardo Ávalos. Perón se despide desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, previa autorización de Farrell que accede a que el acto sea transmitido por radio.
11 de octubre - Se convoca a elecciones para el 7 de abril de 1946. A las 23,00 hs. Perón decide aceptar la invitación de Román Subiza de instalarse por unos días en su estancia en San Nicolás partiendo en auto con Evita. A último momento, cambia el destino y decide ir a una isla que posee el padre de Rudi Freude, en el Delta, cerca de las Tres Bocas. Perón encarga a Mercante que informe de su destino al Ministro de Guerra, para no rehuir responsabilidades.
12 de octubre - Se comunica que ha renunciado todo el Gabinete. En la Plaza San Martín una multitud pide la entrega del Gobierno a la Corte Suprema de Justicia.
13 de octubre - En la madrugada del sábado 13, el jefe de policía, Mittelbach, se apersona en el Tigre y el Coronel Perón es detenido en el recreo Tres Bocas de las islas del Delta. El subjefe de policía, Mayor D'Andrea lo lleva a la cañonera Independencia. Posteriormente es trasladado a la isla Martín García.
Mercante debe presentarse detenido en Campo de Mayo.
El ex director de delegaciones regionales de la Secretaría de Trabajo, al enterarse de la detención del Coronel Perón, se comunica telefónicamente con cada Delegación, informando lo ocurrido.
14 de octubre - Juan Álvarez, el Procurador General de la Nación realiza gestiones para tratar de formar un gabinete de conciliación nacional.
15 de octubre - Se deroga el Estatuto Orgánico de los Partidos Políticos.
Un recurso de habeas corpus interpuesto en favor del Coronel Perón es rechazado.
16 de octubre - En la mañana, la comisión general de la CGT se reúne en la sede de los tranviarios y tras un largo debate, se aprueba una huelga por 24,00 hs. a partir de las cero horas del día 18.
El capitán médico Miguel Ángel Mazza informa al Ministro de Guerra que el Coronel Perón padece una antigua afección pulmonar que se agrava por la humedad de la isla y que requiere atención hospitalaria. Al anochecer del día 16, manifestantes de Avellaneda intentan cruzar el puente hacia la Capital. Cerca de trescientos avanzan por Montes de Oca y son disueltos por la policía. Siguen llegando: de Villa Urquiza y de San Fernando.
17 de octubre - Ya entrada la mañana, se suman otros que cantan "sin galera y sin bastón, los muchachos de Perón", llegan desde Ensenada, Berisso, Gerli, Quilmes... El movimiento espontáneo se adelanta a la huelga. Son gente extraña para los porteños del centro, son los descamisados.
En Tucumán, los trabajadores de los ingenios que estaban en huelga desde el día anterior, marchan de Lules a Mercedes. Se les unen los ferroviarios.
En Córdoba, los grupos de trabajadores llegan desde Alta Córdoba, de las canteras, hacia el centro.
Perón es traído de Martín García al Hospital Militar Central de Buenos Aires en horas de la madrugada. Juan Álvarez presenta la lista de candidatos para integrar el nuevo gabinete: Tomás Amadeo, Alberto Hueyo, I. Ruiz Moreno, Jorge Figueroa Alcorta y Antonio Vaquer.
17,00 hs.: el Gobierno aprecia que no puede dispersar a la multitud que ocupa la Plaza de Mayo, pues ya hay más de cien mil personas y siguen llegando en camiones de Cañuelas, Campana, Santos Lugares. El pueblo pide la presencia de Perón. Ávalos hace traer a Mercante para tranquilizarlos.
Finalmente, los dos van a hablar con Perón al Hospital Militar.
El presidente Farrell se comunica con Perón y éste acepta su invitación de concurrir a la Casa de Gobierno.
A las 23,00 hs. Perón llega a la Casa de Gobierno y, por fin, sale al balcón. Se escucha la voz de Farrell por los altoparlantes: "¡Atención Señores! ... El hombre que por su dedicación y su empeño ha sabido ganarse el corazón de todos: el Coronel Perón..." La multitud ya no escuchaba las palabras del Presidente, sólo vivaban a Perón.
Despedida
La calle Perú entre Victoria y Julio A. Roca fue el lugar desde donde, en un improvisado palco, el Coronel Perón pronunció su discurso de despedida, después de la renuncia al cargo en la Secretaría de Trabajo y Previsión, el día 10 de octubre a las 19,30 horas.
"Trabajadores: termino de hablar con los empleados y funcionarios de la Secretaría de Trabajo. Les he pedido como mi última voluntad de secretario de Trabajo y Previsión, que no abandone nadie los cargos que desempeñan, porque se me habrían presentado numerosísimas renuncias. Yo considero que en esta hora el empleo en la secretaría no es un puesto administrativo, sino un puesto de combate, y los puestos de combate no se renuncian, se muere en ellos.
Esta casa, fundada hace un año y medio, se ha convertido en la esperanza de los hombres que sufren y trabajan. Esa esperanza no debe ser defraudada por nadie porque acarrearía las mayores desgracias a nuestra patria.
Despojado de toda investidura, hablo hoy a mis amigos los trabajadores, expresándoles, por última vez desde esta casa, todo lo que mi corazón siente hacia ellos y todo lo que he de hacer en mi vida por su bien.
Si la revolución se conformara con dar comicios libres no habría realizado sino una gestión en favor de un partido político. Esto no pudo, no puede, ni podrá ser la finalidad exclusiva de la revolución. Eso es lo que querrían algunos políticos para poder volver; pero la revolución encarna en sí las reformas fundamentales, que se ha propuesto realizar en lo económico, en lo político y en lo social. Esa trilogía representa las conquistas de esta revolución que está en marcha y que cualesquiera sean los acontecimientos no podrán ser desvirtuados en su contenido fundamental.
La obra social cumplida es de una consistencia tan firme que no cederá ante nada, y la aprecian no los que la denigran sino los obreros que la sienten. Esta obra social que sólo los trabajadores la aprecian en su verdadero valor, debe ser también defendida por ellos en todos los terrenos.
La Secretaría de Trabajo y Previsión acometió hace un año y medio dos enormes tareas; la de organizar el organismo y la de ir, sobre la marcha, consiguiendo las conquistas sociales que se consideraban más perentorias para las clases trabajadoras. Sería largo enumerar las mejoras logradas en lo que se refiere al trabajo, a la organización del trabajo, a la organización del descanso, al ordenamiento de las remuneraciones y a todo lo que concieme a la previsión social.
Esta tarea realmente ciclópea se ha cumplido con este valioso antecedente: las conquistas obtenidas lo han sido con el absoluto beneplácito de la clase obrera, lo que representa un fenómeno difícil de igualar en la historia de las conquistas sociales.
En el campo de la previsión social hemos comenzado por realizar una propaganda sobre el ahorro -posible con los mejores salarios- y luego propugnamos por el incremento de las mutualidades. Se ha aumentado el número de los argentinos con derecho a jubilación en cifras verdaderamente extraordinarias, y a este respecto cabe destacar la iniciativa de la Confederación de Empleados de Comercio, que constituye un triunfo y un motivo de orgullo para la previsión social argentina.
Hemos defendido desde aquí a todas las organizaciones obreras, las que hemos propugnado, facilitándoles su desenvolvimiento. Desde esta casa no se ordenó jamás la clausura de un sindicato obrero ni se persiguió nunca a un trabajador; por el contrario, siempre que nos fue posible pedimos a las autoridades la libertad de obreros detenidos por distintas causas.
A diferencia de lo que ha sucedido en otras partes o en otros tiempos, las autoridades han defendido a las organizaciones obreras en lugar de molestarlas o perseguirlas. Es así que terminamos de dictar un decreto-ley referente a las organizaciones profesionales. Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo, el primer pedido que recibí de los obreros fue la derogación de un decreto del año 1943 en el que se establecía para las asociaciones gremiales un régimen de tipo totalitario.
El primer decreto que firmé en esta secretaría fue la derogación de ese reglamento, y tengo la satisfacción de decir que el último que he firmado es el nuevo régimen legal de las asociaciones profesionales, que difiere fundamentalmente del anterior, y con respecto al cual puedo asegurar que es de lo más avanzado que existe en esta materia. Bastaría decir que bajo este cuerpo legal, el gobierno, que puede intervenir una provincia o una asociación de cualquier orden, no puede intervenir, en cambio, los sindicatos obreros.
También dejo firmado un decreto de una importancia extraordinaria para los trabajadores. Es el que se refiere al aumento de sueldos y salarios, implantación del salario móvil, vital y básico, y la participación en las ganancias. Dicho decreto que he suscripto en mi carácter de secretario de Estado tiene las firmas de los ministros de Obras Públicas y de Marina, y beneficia no solamente a los gestores de la iniciativa -la Confederación de Empleados de Comercio- sino a todos los trabajadores argentinos.
Y ahora, como ciudadano, al alejarme de la función pública, al dejar esta casa que para mí tiene tan gratos recuerdos, deseo manifestar una vez más la firmeza de mi fe en una democracia perfecta, tal como la entendemos aquí.
Dentro de esa fe democrática fijamos nuestra posición incorruptible e indomable frente a la oligarquía. Pensamos que los trabajadores deben confiar en sí mismos y recordar que la emancipación de la clase obrera está en el propio obrero. Estamos empeñados en una batalla que ganaremos porque es el mundo el que marcha en esa dirección. Hay que tener fe en esa lucha y en ese futuro. Venceremos en un año o venceremos en diez, pero venceremos.
En esta obra, para mí sagrada, me pongo hoy al servicio del pueblo, y así como estoy dispuesto a servirlo con todas mis energías juro que jamás he de servirme de él para otra cosa que no sea su propio bien. Y si algún día, para despertar esa fe, ello es necesario, me incorporaré a un sindicato y lucharé desde abajo.
Al dejar el gobierno, pido una vez más a ustedes que se despojen de todo otro sentimiento que no sea el de servir directamente a la clase trabajadora. Desde anoche, con motivo de mi alejamiento de la función pública ha corrido en algunos círculos la versión de que los obreros estaban agitados. Yo les pido que en esta lucha me escuchen. No se vence con violencia; se vence con inteligencia y organización. Por ello les pido también que conserven una calma absoluta y cumplir con lo que es nuestro lema de siempre, del trabajo a casa y de casa al trabajo.
No debemos por ninguna causa exponer la tranquilidad de un obrero o la felicidad de una familia. Hemos de luchar con inteligencia y organización, y así, el triunfo será nuestro.
Debo decirles que he hablado con el Exmo. Señor Presidente de la Nación, quien me ha prometido que la obra social realizada y las conquistas alcanzadas serán inamovibles y seguirán su curso. Pido, pues, el máximo de tranquilidad a todos los trabajadores del país, tranquilidad y calma es lo que necesitamos para seguir estructurando nuestras organizaciones y hacerlas tan poderosas que en el futuro sean invencibles. Y si un día fuese necesario he de formar en sus filas para obtener lo que sea justo. Mientras tanto que sea la calma y la tranquilidad la que guíe los actos de los obreros para que no se perjudique esta magnífica jornada de justicia social. Pido orden para que sigamos adelante en nuestra marcha triunfal pero, si es necesario, algún día pediré guerra.
Y ahora quiero que demos una vez más ese ejemplo de cultura que han exhibido en esta ciudad las masas de trabajadores, les pido a todos que llevando en el corazón nuestra bandera de reivindicaciones piensen cada día de la vida que hemos de seguir luchando inquebrantablemente por esas consignas que representan los objetivos que han de conducir a nuestra República a la cabeza de las naciones del mundo. Recuerden y mantengan grabado el lema "de casa al trabajo y del trabajo a casa" y con eso venceremos.
Para terminar no voy a decirles adiós les voy a decir "hasta siempre", porque desde hoy en adelante estaré entre ustedes más cerca que nunca, y lleven finalmente esta recomendación de la Secretaría de Trabajo y Previsión: únanse y defiéndanla, porque es la obra de ustedes y es la obra 'nuestra'".
El público se desconcentró en manifestación por varias calles céntricas, vivando al Coronel Perón y señalándolo como futuro "Jefe de Estado".
Discurso del Coronel Perón desde el balcón de la Casa de Gobierno
el 17 de octubre de 1945, a las 23 horas. de ese día
"Trabajadores: hace casi dos años dije desde estos mismos balcones que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino. Hoy a la tarde, el Poder Ejecutivo ha firmado mi solicitud de retiro del servicio activo del Ejército. Con ello, he renunciado voluntariamente al más insigne honor al que puede aspirar un soldado: llevar las palmas y laureles de general de la Nación. Ello lo he hecho porque quiero seguir siendo el coronel Perón, y ponerme con este nombre al servicio integral del auténtico pueblo argentino. Dejo el sagrado y honroso uniforme que me entregó la Patria para vestir la casaca de civil y mezclarme en esa masa sufriente y sudorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la Patria.
Por eso doy mi abrazo final a esa institución, que es el puntal de la Patria: el Ejército. Y doy también el primer abrazo a esa masa grandiosa, que representa la síntesis de un sentimiento que había muerto en la República: la verdadera civilidad del pueblo argentino. Esto es pueblo. Esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la tierra madre, que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la Patria. Es el mismo pueblo que en esta histórica plaza pidió frente al Congreso que se respetara su voluntad y su derecho. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad humana que pueda estremecer a este pueblo, grandioso en sentimiento y en número. Esta verdadera fiesta de la democracia, representada por un pueblo que marcha, ahora también, para pedir a sus funcionarios que cumplan con su deber para llegar al derecho del verdadero pueblo.
Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una enorme satisfacción: pero desde hoy, sentiré un verdadero orgullo de argentino, porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la Patria. Hace dos años pedí confianza. Muchas veces me dijeron que ese pueblo a quien yo sacrificara mis horas de día y de noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien lo ayuda. Por eso, señores, quiero en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclarme en esta masa sudorosa, estrecharla profundamente en mi corazón, como lo podría hacer con mi madre. (En ese instante, alguien cerca del balcón le gritó: ¡un abrazo para la vieja!) Perón le respondió: Que sea esta unidad indestructible e infinita, para que nuestro pueblo no solamente posea una unidad, sino para que también sepa dignamente defenderla. ¿Preguntan ustedes dónde estuve? ¡Estuve realizando un sacrificio que lo haría mil veces por ustedes! No quiero terminar sin lanzar mi recuerdo cariñoso y fraternal a nuestros hermanos del interior, que se mueven y palpitan al unísono con nuestros corazones desde todas las extensiones de la Patria. Y ahora llega la hora, como siempre para vuestro secretario de Trabajo y Previsión, que fue y seguirá luchando al lado vuestro para ver coronada esa era que es la ambición de mi vida: que todos los trabajadores sean un poquito más felices.
Ante tanta nueva insistencia, les pido que no me pregunten ni me recuerden lo que hoy ya he olvidado. Porque los hombres que no son capaces de olvidar, ni merecen ser queridos y respetados por sus semejantes. Y yo aspiro a ser querido por ustedes y no quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo. Dije que había llegado la hora del consejo, y recuerden trabajadores, únanse y sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa Patria, en la unidad de todos los argentinos. Iremos diariamente incorporando a esta hermosa masa en movimiento a cada uno de los tristes o descontentos, para que, mezclados a nosotros, tengan el mismo aspecto de masa hermosa y patriótica que son ustedes.
Pido, también, a todos los trabajadores amigos que reciban con cariño éste mi inmenso agradecimiento por las preocupaciones que todos han tenido por este humilde hombre que hoy les habla. Por eso, hace poco les dije que los abrazaba como abrazaría a mi madre, porque ustedes han tenido los mismos dolores y los mismos pensamientos que mi pobre vieja querida habrá sentido en estos días. Esperamos que los días que vengan sean de paz y construcción para la Nación. Sé que se habían anunciado movimientos obreros; ya ahora, en este momento, no existe ninguna causa para ello. Por eso les pido, como un hermano mayor, que retornen tranquilos a su trabajo y piensen. Y hoy les pido que retornen tranquilos a sus casas, y esta única vez, ya que no se los puedo decir como secretario de Trabajo y Previsión, les pido que realicen el día de paro festejando la gloria de esta reunión de hombres que vienen del trabajo que son la esperanza más cara de la Patria.
He dejado deliberadamente para lo último, el recomendarles que antes de abandonar esta magnífica asamblea, lo hagan con mucho cuidado. Recuerden que entre todos hay numerosas mujeres obreras, que han de ser protegidas aquí y en la vida por los mismos obreros; y, finalmente, recuerden que estoy un poco enfermo de cuidado y les pido que recuerden que necesito un descanso que me tomaré en el Chubut ahora, para reponer fuerzas y volver a luchar codo a codo con ustedes, hasta quedar exhausto si es preciso. Pido a todos que nos quedemos por lo menos quince minutos más reunidos, porque quiero estar desde este sitio contemplando este espectáculo que me saca de la tristeza que he vivido en estos días".