A las 9 de la noche del día 28 de septiembre de 1951 Eva habló así a su país".
"El general Perón acaba de enterarme de los acontecimientos producidos en el día de hoy.
Por eso no he podido estar esta tarde con mis descamisados en la Plaza de Mayo de nuestras glorias. Pero no quiero que termine este día memorable sin hacerles llegar mi palabra de agradecimiento y homenaje, uniendo así mi corazón de mujer argentina y peronista al corazón de mi pueblo, que hoy ha sabido probar, una vez más, la grandeza de su alma y el heroísmo de su corazón.
"El pueblo argentino tiene derecho a ser respetado y a ser defendido en su voluntad soberana, en sus derechos y en sus conquistas, porque es lo mejor de esta tierra; y lo mejor de este pueblo que es Perón, tiene que ser defendido así, como hoy, por todo su pueblo: por los trabajadores, que han sabido convertirse en escudo y trinchera de Perón; por las mujeres que han dado en esta jornada histórica una lección de fortaleza y de fervor por la causa de Perón; y por las Fuerzas Armadas, que han sabido ser dignas de la grandeza de su pueblo.
"Yo les doy a todos las gracias en nombre de los humildes, de los descamisados, por quienes he dejado gustosa en mi camino jirones de mi salud, pero no de mi bandera; y les pido con todas las fuerzas de mi alama que sigan siendo felices con Perón, como hoy, hasta la muerte, porque Perón se lo merece, porque se lo ha ganado y porque tenemos que pagarle con nuestro cariño las infamias de sus enemigos, que son los enemigos de la patria y del pueblo mismo.
"Yo espero estar pronto en la lucha con ustedes, como todos los días de estos años felices de esta nueva Argentina de Perón, y por eso les pido que rueguen a Dios para que me devuelva la salud que he perdido, no para mí, sino para Perón y para ustedes, para mis descamisados.
"A todos les dejo un gran abrazo de mi corazón. Para mí no hay otra cosa en el mundo que el amor de Perón y de mi pueblo". El discurso había finalizado y todas las emisoras argentinas volvieron a su programación habitual; sin embargo, Evita, ya en el umbral de la muerte, se había dirigido al pueblo y, debido a su voluntad y espíritu inquebrantables, sacó fuerzas de donde quizá ya no las había para agradecerle a sus descamisados, al pueblo humilde de la Argentina, por haber respaldado a su esposo, el presidente Perón. De todos los grandes discursos de Evita es el que acabo de transcribir uno de los más elocuentes y significativos pues lo transmite por la radio desde su lecho porque la enfermedad -de incontenible virulencia- la ha postrado. Se dice que mientras pronunciaba el mensaje sufría dolores insoportables, sin embargo, sintió tener una deuda de gratitud para con su pueblo. La palabra gratitud es la importante, y grande fue el sacrificio de Evita. A nosotros sólo nos queda acudir a las urnas el día de mañana para darle el voto al candidato de nuestra preferencia.