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Así
como los hombres no tienen valor cuando no poseen principios y
convicciones, cuando son hombres sin ideales, las grandes
colectividades y, entre ellas, las organizaciones políticas, no tienen
valor sino cuando poseen también un alma colectiva e ideales
colectivos.
Esa alma colectiva se alcanza por la penetración de la doctrina, y
la doctrina es ni más ni menos que la representación de la aspiración
suprema de ese alma colectiva.
El bien y el mal obran sobre el hombre como sobre la sociedad.
De lo individual a lo colectivo, en sus momentos, oscilan entre
arrebatos místicos y Paroxismos pavorosos. Una postura moral procedente
de un fondo religioso sólido o de una refinada educación ética intenta
estipular los límites entre los posibles y tentadores extremos. El
hombre, en la desgracia, tiende a la introversión, como tiende a la
extroversión en la prepotencia. La duda y la soberbia son los extremos
de esa oscilación,
Producida en ausencia de medidas suficientes.
El
cristianismo enriqueció la personalidad del hombre e hizo de la
libertad, teórica y limitada hasta entonces, una posibilidad universal.
En evolución ordenada, el pensamiento cristiano, que perfeccionó
la visión genial de los griegos, podría más tarde apoyar sus empresas
filosóficas en el método de éstos, y aceptar como propias muchas de sus
disciplinas. Lo que le faltó a Grecia para la definición perfecta de la
comunidad y el Estado fue precisamente lo aportado por el cristianismo:
su hombre vertical, eterno, imagen de Dios. De él se pasa ya a la
familia,
Que, a través de los municipios, integrará los Estados y sobre la que
descansarán las modernas colectividades.
Bien
sabéis que, a pesar de todos los progresos de la técnica, el elemento
humano continúa siendo el factor primordial de los ejércitos.
De ahí que ennoblecer el alma, retemplar el espíritu y educar el
corazón y los sentidos sea siempre lo fundamental en la preparación de
las fuerzas armadas. El adiestramiento en el manejo de las armas es
sólo un complemento indispensable.
Porque entendemos que nuestras fuerzas armadas, se nutren de éste
pueblo humano y cristiano por lo tanto la unión de las instituciones
con su pueblo será sin duda, la que marque el destino de la Patria.
La disociación de las instituciones jamás, sirve para el NOBLE BIEN, sino que sirven a los intereses del OSCURO MAL.
Que el individuo acepte pacíficamente su eliminación como un sacrificio en aras de la comunidad no redunda en beneficio de ésta.
Una suma de ceros es cero siempre; una jerarquización estructurada
sobre la abdicación
personal es productiva sólo para aquellas formas de vida en que se
producen asociados el materialismo más intolerante, la deificación del
Estado, el Estado mito y una secreta e inconfesada vocación de
despotismo.
El
gobernante que a esta altura de la vida no llega a convencerse de que
no hay importancia mayor que el trabajo en común de todos los
argentinos, en un ambiente de camaradería, de confraternidad y de
amistad, no ha aprendido lo suficiente para ser gobernante.
Vivimos
en una permanente evolución tecnológica y de especialización en todos
los órdenes de la actividad humana. Quien no sea apto para
desenvolverse tiene ante sí dos
Caminos: uno, el del renunciamiento, que al convertirlo en un ser
improductivo, mina la fortaleza de la sociedad que lo cobija, y el
otro, el del estudio, que prepara al individuo para afrontar la
responsabilidad de su cargo.
El Estado debe estar atento a esta enorme dificultad del fracaso
individual, porque la suma de los fracasos individuales, permite la
disociación de la comunidad y se pierde la paz social. Para revertir
las cirscunstacias actuales, es deber de los gobernantes crear más
escuelas técnicas de perfeccionamiento y otras de aprendizaje, en las
que nuestros jóvenes podrán adquirir los conocimientos de la rama
industrial y la preparación necesaria para integrar después, sin
desventajas, los cuadros avanzados de especialistas qué nuestra
economía reclama en forma urgente.
No debe pasar inadvertido para los gobernantes, que el de
persuadir a los jóvenes estudiar de acuerdo a las necesidades de cada
región, caso contrario tenemos otro problema social, el desarraigo, que
no es más ni menos que otra forma de disociación de la familia. Los
actos de cada gobernante deben estar dirigidos al bienestar de cada
comunidad que lo ha elegido, esa enorme tarea es la que permitirá
reestablecer la paz social.-
Hacer
peronismo es muy simple, porque es decir la verdad, es propugnar el
amor entre todos, es hacer prevalecer los valores espirituales sobre
los materiales, es hablar de justicia y asegurarla; es, en otras
palabras, hacer el bien en todas partes.
Entonces,
si el gremio y el Estado están empeñados a través de dirigentes con
vocación de servicio en la misma tarea, realizando lo mismo, el gremio
para sus asociados y el Estado para todo el pueblo, ¿cómo es posible
que dos que tienen la responsabilidad de llevar adelante la misma obra
estén en contra y no marchen paralelamente? ¿cómo es posible que los
gremios hayan retrocedido dejando los espacios vacíos?, para que la
llenen otros que no tienen la formación del trabajador? El Estado con
pensamiento Justicialista debe fortalecer a las instituciones gremiales
y fomentando
el trabajo genuino y productivo, siendo la tarea fundamental del
Estado, la de mantener el diálogo permanente de las instituciones
empresariales y los gremios, la paz social debe, y es una tarea de
todos y ella se encontrará cuando el pensamiento justicialista se haga
realidad, que sin duda en otras palabras es la de patear todos, para el
mismo arco y surgirá rápidamente el bienestar de nuestro pueblo. Los
gremios deben volver a formar
Cooperativas de abastecimiento, deben mantener servicios hospitalarios
propios, deben llevar a cabo la inmensa tareas de la formación sindical
que permita el reciclado de dirigentes, mantener sus bibliotecas con
todo lo necesario para ir elevando la cultura social y general de la
masa y fundamentalmente en dar lugar a la mujer que por ley le
corresponde, pero también porque se debe aprovechar lo que por
naturaleza tiene vocación de servicio.
Debemos
reconocer que, si se construyen escuelas de acuerdo a las necesidades
de cada ciudad o región, se crea trabajo y se fomenta la educación,
esto es tan simple llevarlo a cabo cuando hay gobernantes, que tengan
como premisa fundamental el bienestar general del pueblo.
En cambio si en vez de construir escuelas y crear trabajo, se
produce el fenómeno de exclusión social y en consecuencia la pérdida de
la paz social y cuando ello ocurre el
Pueblo pierde el rumbo y comienza la tarea de que cada uno piense en
salvarse, esta es la tarea perversa del neoliberalismo a ultranza
instalado en nuestro país, donde han producido otro hecho nefasto "la
deflación" y sabemos que esta trae desocupación, miseria, enfermedades
que creíamos ya perimidas.
Si sabemos todo esto ¿porque no hacemos lo que corresponde?
Pareciera ser que es más fácil construir cárceles, así vamos a tener
más cárceles que escuelas y es ridículo.
No somos tontos, las cárceles deben existir pero como escuelas
para orientar a los hombres que han perdido su camino, y hacerles
retomar el camino es una función de la mayor nobleza dentro de la
comunidad. Pero si se interpreta que se va allí a tratar a los
Delincuentes como animales porque han delinquido y a aplicarles la
disciplina rígida y fría de las formas, sin penetrar al fondo de la
función, entonces sería para los que tienen a cargo esa tarea, un
triste oficio, que no tendría valor y que no merecería ser ejercido,
puesto que habría perdido su sentido social. El trato esa gente, que en
general es mala, debe tender a convertirla en gente útil, para devolver
así a la sociedad el mayor número de hombres aptos para la convivencia.
No cabe ninguna duda que en muchos casos no van a tener éxito, pero al
lograrlo en un 15% habrán cumplido con la función asignada.
Para
nosotros los peronistas doctrinarios, tenemos otro concepto de la
economía y la grandeza. No queremos un país rico lleno de hambrientos y
miserables. No queremos un gran país poblado por muchos miles de
infelices. Por eso pensamos que la riqueza la disfruten los que
trabajan y producen y que la grandeza se cimente paso a paso por el
trabajo de un pueblo feliz y satisfecho.
Parecería
verdaderamente anacrónico que la injusticia tuviese adeptos; sin
embargo, vemos diariamente a hombres que defienden la injusticia y,
naturalmente, al hacerlo no lo hacen jamás en su nombre, sino en nombre
de una justicia que ellos tuercen para defender la injusticia.-